El punto de
partida es: ¿Te lo crees? Pedro y los demás apóstoles se lo creyeron y dejaron
todo. Quizás no fue de sopetón, pero si fue en la medida que fueron relacionándose
con Jesús hasta el extremo de dejar todo por entregar sus vidas al anuncio de
la Buena Noticia.
De la misma manera,
muchos otros han seguido el mismo camino. Conocemos la vida y el momento de su
conversión de muchos otros. San Agustín, por ejemplo, después de una vida
entregada al vicio y a la búsqueda de la verdad, descubrió al Señor y tras
encontrarse con Él, su vida cambió totalmente.
Ahora, el problema
eres tú, también yo. ¿Somos consciente de la presencia del Señor y de que algún
gesto, milagro o toque del Señor nos deje anonadados, asombrados y nos mueva a dejarlo
todo y seguirle? Quizás, sin darnos cuenta ya lo estamos haciendo. No esperemos
ni busquemos comparaciones con otros, cada cual es cada cual, y Dios, nuestro
Padre, sabe como tratarnos a cada uno y lo que espera de cada uno. No en vano,
Él nos ha creado y sabe de nuestras capacidades y posibilidades.
Limitémonos a escucharle, a relacionarnos con Él, a dejarnos buscar por su Amor Misericordioso, y, sobre todo, a ponerlo en el centro de nuestro corazón. El resto vendrá por añadidura, pues su Autoridad y Poder lo pueden – valga la redundancia – todo. Su Gracia es Infinita y nuestros corazones quedarán transformados a su Voluntad, no a la nuestra. Quizás, no sea como tú y yo nos lo imaginamos, pero sí, eso es lo que verdaderamente importa, como quiere el Señor. A nosotros nos toca ponernos en sus manos.
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