Hay contradicción
en lo de priorizar la ley antes que el bien del hombre. No se puede arbitrar
una ley que no permita hacer el bien, y, sobre todo, cuando es el hombre quien
está de sujeto. ¿Cómo se puede prohibir comer, por el simple hecho de ser
sábado, cuando se tiene hambre? Incluso, hasta se atiende a los animales y se
les alimenta incluso en sábado.
Es evidente que se
ve claramente el fanatismo y la mentalidad rigorista de los judíos atribuyendo
a Dios mandatos que Él no había pronunciado. ¿Qué era eso de la Ley del sábado?
Dios no puede prohibir algo que el mismo ha creado – la necesidad de comer y
alimentarse – a pesar de ser sábado, necesario para que el hombre, su criatura
preferida, subsista. Dándole incluso prioridad a los animales antes que al
hombre con esa ley del sábado.
Quizás, esa mentalidad
rigorista sigue escondida todavía en nuestro corazón. Quizás, ahora lo que
sucede es que nos pasamos de la raya y abrimos lasamente nuestras conciencia
dándole prioridad al trabajo y otros placeres para olvidarnos del culto y
adoración a nuestro Padre Dios. Quizás, no sólo el sábado, sino también el
domingo lo dedicamos a nuestro propio culto sin reparar en nuestra relación y
alimento espiritual con nuestro Padre Dios.
Seguimos con la ley del sábado, sólo que la hemos ampliado y utilizada de otra manera. Somos nosotros, cada uno, los que distribuimos nuestro tiempo según nuestros intereses y preferencias. Y a Dios, a nuestro Padre Dios, le damos la espalda.
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