Repetidas veces lo hemos afirmado por activa y pasiva y, sabemos, que todos están de acuerdos, pero nadie, o al menos muy pocos, se paran a pensarlo y a hacerlo suyo para crecer y madurar en sus propias vidas. Es lo mismo de siempre: vamos sin sentido y sin rumbo por la vida. Nacemos y nos despersonalizamos en la medida que crecemos, al contrario de ir creciendo en estatura, sabiduría y conocimiento hasta alcanzar, poco a poco, una madurez propia de persona.
Sin saber como y por qué nos encontramos en una espiral sin rumbo, dónde cada uno es una cosa frente al otro. Una cosa que le obliga al enfrentamiento y a la lucha por la competencia de ser yo más que tú. Nos olvidamos de lo más esencial: nuestra propia dignidad de persona, y de que estamos hechos, creados, para amar y amarnos como personas, no como cosas.
Sin embargo, en este mundo parece todo lo contrario: estamos cocificados y desnaturalizados, hasta tal punto que se pone un artista de primera magnitud a tocar sus piezas más significativas y nadie le hace ningún caso. Luego, ¡que sorpresa!, alguien se lo puede encontrar en un concierto por el que ha pagado la friolera cantidad de 1000 libras. ¿Tiene esto sentido?
Bien, pues eso no es una mera suposición, ocurrió, promovido por el Washington Post, que un violinista se fue a tocar al metro y después de tocar un gran repertorio durante unos cuarenta y cinco segundos no tuvo la recompensa de los aplausos y el reconocimiento del público. En el vídeo se aprecia que una oyente se para casi al final y le aplaude entusiasmada y otra parece asentir muy satisfecha de la interpretación oída. "Muchos son los llamados y pocos los que acuden a esa llamada, por lo tanto, pocos que elegir.
Ese anónimo violinista era, nada más y nada menos, Joshua Bell, uno de los mejores del mundo. Tocaba con un Stradivarius valorado en unos 3 millones de dolares. Hizo una interpretación de las mejores composiciones que había tocado, unos días antes, en la Sinfónica de Boston, donde la entrada costaba la friolera cantidad de 1000.- dolares. La idea fue realizada para disparar un debate sobre el valor del arte y su contexto.
Ni que decir tiene que, una vez más, estamos viviendo una época cultural del relativismo: todo es relativo. Y nada tiene sentido, pues todo depende de que seas tú o yo quien juzgue o analice. ¡DIOS mío, que disparate! ¿Que pasaría si un juez piensa una cosa y otro otra? Puede haber diferencias interpretativas, pero en referencia a una verdad, a un código, a un derecho que nos viene dado de fuera e inspirado en la ley Natural. El hombre si se fundamente en el hombre mismo está perdido. El hombre vale en la medida en que es parte de algo, no en si mismo. Su verdad no está en él, le viene dada de fuera, del CREADOR.
Podemos alegar prisas, preocupaciones, trabajo, tiempo, pero si alguien se pone en ese momento a repartir dinero, pregunto: ¿no nos pararíamos a recogerlo? Una cosa queda clara: dime dónde tienes tu ideal y corazón y te diré a donde vas y quien eres.
Eso nos ocurre, vamos acelerados, sin pararnos a pensar, sin meditar, sin saber por qué corremos, por qué hacemos esto o lo otro. Todo se reduce a una cotidiana supervivencia desesperada, egoísta, hedonista, posesiva, suicida, intrascendente, inhumana, sin sentido, sin rumbo, instintiva, sin preguntas...etc. ¿Qué nos pasa?
Se hace obligatorio, necesario pararnos y buscar el verdadero sentido a la vida. No vamos a tener otra oportunidad para ser felices eternamente sino está que se nos ha dado. El tiempo es oro. ¡Paremonos y escuchemos tocar el violin por el mejor Maestro que nos promete la salvación.
Se hace obligatorio, necesario pararnos y buscar el verdadero sentido a la vida. No vamos a tener otra oportunidad para ser felices eternamente sino está que se nos ha dado. El tiempo es oro. ¡Paremonos y escuchemos tocar el violin por el mejor Maestro que nos promete la salvación.
La verdad es que no puedo estar más de acuerdo contigo.
ResponderEliminarEl ser humano se encuentra en la actualidad sin sentido, sin rumbo, a veces la vida pasa por nosotros, sin tiempo para saborear las pequeñas cosas que nos ofrece.
Tal vez deberiéramos volver a ser más niños, a sorprendernos por las pequeñas cosas, a ilusionarnos por esas cosas sencillas...
Las mejores personas que conozco disfrutan con cosas sencillas, también disfrutan con las menos sencillas, pero sólo con una visión sobrenatural del mundo podemos participar en él sin ver al resto como competidores en nuestra carrera...y verlos simplemente como nuestros hermanos, hijos de Dios.
¡Qué fácilmente nos entendemos cuando buscamos los valores del Reino. Ante la vida, la persona tiene un valor inestimalbe, pues es creada por DIOS y, por JESUCRISTO, rescatada para ser su hijo. Todo, pues, gira en torno a la criatura porque ha así lo ha querido su Creador. Desde ese angulo la vida será otra cosa. UN abrazo.
ResponderEliminarSalvador, no conocía este blog tuyo.
ResponderEliminarYo creo que lo que le pasa al ser humano es algo más que afirmar que va sin rumbo: el trabajo lo tiene absorbido por completo. ¿Cómo pararte a escuchar música si tienes el tiempo justo para llegar al trabajo?
Se ha perdido, en las ciudades, la ociosidad del campo, el tener trabajo pero no tener prisa. Al menos, eso me parece a mí.
Un saludo.
Ese es el problema, querida y amiga Rosa, el trabajo, pero porque eso es lo que ocupa todo tu corazón, o al menos, el primer lugar.
ResponderEliminarDe lo que abunda en el corazón resuma la boca. Si tu meta está en el trabajo y en las cosas de este mundo, todo tu interior girará en torno a eso.
No habrá tiempo para nada más, incluso para la reflexión serena, tranquila y meditada sobre tus propios interrogantes, qué, tarde o temprano, se harán presentes en tu vida, porque ese es nuestro único y verdadero camino: ¿quiénes somos y a dónde vamos?.
Tu vida la llena DIOS o no la llena nadie. Por eso pasa lo que observas que pasa.
Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.