Cuantas veces presentimos angustiados que vamos a perder a un ser querido, o vivimos con la ansiedad de quedarnos solos, bien porque los hijos levantan vuelo, bien porque cada cual tiene su propio camino en la vida que le corresponde recorrer. Y cada cual tendrá que responder de su propia gestión y responsabilidad solo por el hecho de ser libre. La libertad, algo tan valioso, nos pasa su factura.
María, la excelsa Madre de Dios, nos da ejemplo de lo que expresamos en esta humilde reflexión. No entender los pasos y camino del Hijo supone confusión, angustia, perplejidad, miedos y desconcierto. Sin embargo, Lucas nos dice en su Evangelio que María conservaba todo eso en su corazón.
¿Mantenemos nosotros la esperanza, cómo María, de conservar todas nuestras experiencias, por duras e inexplicables, en nuestro corazón? Quizás sea esa la pregunta, o una de las preguntas, que hoy nos podemos hacer en la reflexión evangélica.
Pidamos al Padre Dios, luz en el Espíritu Santo, para saber y conservar todas nuestras perplejidades, confusiones, desconciertos y angustias con esperanza y paz en nuestro corazón.
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