(Lc 9, 43b-45) |
Suele ocurrir que las primeras palabras son bien acogidas. Las semillas que caen junto al camino suelen dar inmediata respuesta apenas caen unas gotas, pero luego, en la espera de más lluvia, se desesperan agostadas por ese sol que calienta hasta el ahogo y se mueren.
Esa vida tan prometedora, alegre y colorida que adornan las vías, pronto se ven desérticas y tristes; oscuras y con tintes de muerte. ¿Qué ha ocurrido? ¿Acaso la raíz no tuvo la profundidad necesaria para agarrarse bien a la tierra? ¿O las primeras tempestades, sequías y calores le han hecho desistir de crecer y agarrarse a la vida?
Jesús, que sabe de la dificultad de la misión que le ha sido encomendada por el Padre, nos advierte y nos previene sobre lo que va a ocurrir: "Al Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres". Posiblemente a nosotros nos ocurra esto hoy. Acogemos la Palabra, pero pensamos que la vida nos tiene que ir bien, y si eso no es así nos justificamos alejándonos de Jesús.
Quizás nosotros tampoco hemos entendido, y también tenemos miedo de preguntarle al Señor. Amar como Él nos ha amado y nos ama, supone cruz, dificultades, sacrificios y hasta martirio. Eso debemos tenerlo claro. No es que queramos eso, pero cuando vives en la Verdad siempre encontrarás alguien que quiera que la dejes y vivas en la mentira. Y eso producirá dolor y persecución. Jesús nos lo dice, pero también nos da esperanza de que salgamos victorioso.
Cristo y yo mayoría aplastante. Con Él podemos vencer porque Él ya lo ha hecho.
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