(Lc 11,14-23) |
Nada más programar una reunión o convivencia de cualquier tipo surgen diferencias e incomprensiones que suscitan envidias, rencores y disputas. Diríamos que es imposible evitarlo, y la experiencia nos afirma en ese pensamiento. Cuando unos amigos se reúnen para celebrar o compartir un espacio de tiempo, sabemos que las críticas negativas y destructivas estarán presentes.
El demonio está al tajo y avispado para encender el fuego del mal dentro de cada uno de nosotros y abrir el enfrentamiento y la confrontación de unos contra otros. Más cuando sabe que estamos tocados y heridos por los efectos del pecado. Solos nada podemos hacer y necesitamos la Gracia del Espíritu Santo para poder defendernos y escapar de sus garras.
Sólo Jesús es capaz de expulsar el demonio de nuestro interior, y lo hace si nosotros se lo pedimos y nos abrimos a la acción de su Gracia y del Espíritu Santo que nos asiste y defiende. No faltarán los que tratarán de confundirnos y hacernos ver que el poder de Jesús le viene del demonio, pero el Señor con su sabiduría y autoridad deja todo al descubierto: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa,
cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a
subsistir su reino?... (Lc 11,14-23).
El mal reina entre nosotros y Satanás lo aviva con su poder. No evitaremos que eso sea así, pero podemos vencerlo si estamos agarrados al Señor y alimentados por su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía y abiertos a la acción del Espíritu Santo. Amén.
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