(Jn 13,1-15) |
No se trata simplemente de amar. Porque podemos amar a nuestra manera. De hecho, muchos lo hemos dicho: "Yo amo a mi manera". Y muchos también anunciamos que somos así y así me tienen que aceptar, pues a esta edad no voy a cambiar. La cuestión es que la manzana la queremos comer a nuestro estilo y según nuestras formas de entender y vivir.
Y ese es el punto de arranque y la medida de conversión. No te conviertes por practicar un culto o normas y disciplinarte con unas practicas religiosas. No es la cosa tan fácil, porque de ser así sería cuestión de hábitos, disciplina y algo de voluntad. Eso lo hacen muchos, incluso en el gimnasio, practicas deportivas...etc. No se trata, pues, de estar al lado de Jesús, adorarle y seguirle. Es algo mucho más serio y comprometido.
Se trata de sintonizar con Él y vivir en su estilo y sintonía. Se trata de no simplemente anunciarlo, sino de vivirlo. Y lo vives en la medida que lo conoces. Se trata de deponer tu voluntad, como, por ejemplo, hizo Pedro a pretender la suya, no lavarse, y meter no sólo las manos sino también los pies y hasta la cabeza si hace falta. Esa es la predisposición para que comience tu conversión: la de poner tu corazón, todo tu ser a disposición del Señor y dejarte hacer y dirigir. Él hará de tu corazón imperfecto y de piedra un corazón de carne, generoso y entregado por amor.
Por eso, el modelo es Jesús. Convertirse es tener la mirada puesta en Él e intentar, por su Gracia y Espíritu, vivir según su estilo y amor. Te lo pedimos, Señor. Amén.
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