Hay muchas preguntas a las que debemos responder. Preguntas que igual nunca nos hemos hecho y que quizás nunca nos las haremos, pero que de sus respuestas dependerá nuestra salvación. Experimentamos que nuestra vida es un camino, en muchos momentos alocados y en otros atormentados. Caminamos muchas veces sin sentido y en otros, el sentido se lo damos nosotros.
La pregunta: ¿Quién dirige nuestra vida? tiene una respuesta de vital importancia para, valga la redundancia, nuestra propia vida, pues si la dirigimos nosotros posiblemente la perderemos, pero si la ponemos en Manos del Señor será bien encauzada y salvada. Todo dependerá de donde la pongamos.
Si nuestra referencia es Jesús, el Hijo de Dios, observamos que Él ha puesto su vida en Manos de su Padre: "El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él hace... (Jn 5, 17-30).
Ahora, la pregunta que me hago es: ¿Quién dirige mi vida? Si la dirijo yo, ya sé que me puede pasar, pues soy ciego y pecador, pero si la pongo en Manos del Señor, Él me conducirá a tierra fértiles de abundancia de paz y felicidad. Y la experiencia que tengo es que soy yo quien dirige mi vida e inmovilizo al Señor. Mis planes y proyectos son los que prevalecen aunque me autoengañe y los consulte con el Señor.
Pues cuando la cuesta se me hace dura y difícil de seguir, tomo otra dirección y yo mismo me pregunto y me respondo. Se hace difícil ponerse en manos de otro porque tus planes no coincidirán con él. Tendrás que obedecer sin estar de acuerdo. Cuanto más en Manos del Señor cuyos planes nunca entenderemos.
Sin lugar a duda, cuando es el Señor quién me dirige está asegurado el camino y siempre, a pesar de no entenderlo, será lo mejor para mi salvación. Y todos los que están a mi lado notan su presencia. Si esto no ocurre descubre que no suelto plenamente mi vida en Manos del Señor.
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