miércoles, 21 de octubre de 2015

EN LA MEDIDA DE NUESTRAS RESPONSABILIDADES

(Lc 12,39-48)


En muchos momentos hemos pensado que mejor no saber nada, porque así no seremos responsables. Confieso que, al menos a mí, muchas veces me ha tentado este pensamiento. Conviene reflexionar sobre el mismo, porque hoy el Evangelio nos habla de eso.

«Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».

Siguiendo las indicaciones de lo que más arriba se nos dice, parece que cuanto menos se sepa estaremos más libres de culpas y recibiremos un castigo menor. Algo parece no cuadrar en nuestra atribulada razón, que nos deja perplejos y confundidos. Pidamos luz para discernir y entenderlo.

Posiblemente, en el pensamiento de Dios has venido con unos determinados talentos, talentos que no se te han regalado para tu disfrute personal. La misión es ponerlos a disposición del bien común. Por otro lado, la herida del pecado, abierta en tu corazón, te limita e inclina a emplearlos en beneficio propio. Y también se te ha dado libertad para hacer una u otra cosa. Tú decides.

Creo humildemente que este es el sentido. Si no negocias esos talentos, que también, se nos aclara en la parábola de los talentos, y te esfuerzas en que sean productivos y explotas en beneficio de aquellos que lo necesitan, y que, posiblemente, se crucen en tu camino, tu responsabilidad será medida en esos parámetros. Pero nunca te medirán por aquellos otros hechos para los cuales tú nada podías hacer. Entre otras cosas porque no se te dio talentos para ello.

Hay una frase que lo sintetiza muy bien. La he compartido varias veces en muchas de mis reflexiones. La oí en un cursillo de cristiandad: "Si tienes capacidad para ser capitán, no te quedes en sargento". Creo que lo deja claro. Hemos recibidos unas cualidades y, tú las sabes, porque la vida te las va mostrando. No te inhibas ni te muestres indiferentes. Explótala y ponla en función del bien de todos, especialmente de los que las necesitan.

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