(Lc 8,19-21) |
Bien sabe Jesús que su Madre es la primera que cumple la Voluntad de su Padre, y lo sabe porque su presencia allí es gracia al Sí de su Madre al anuncio del Ángel san Gabriel enviado por su Padre. Por eso no tiene ningún reparo decir: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».
Porque lo que nos une y hermana es la fe, y la fe supone escuchar la Palabra de Dios y llevarla a la vida. Por eso, la respuesta de Jesús tiene todo el sentido del mundo y la alabanza a su Madre, en lugar de parecer lo contrario, porque es ella la primera cumple esa Palabra.
Ahora, importa preguntarnos, ¿y nosotros? ¿Cumplimos esa Palabra de Dios que también, se supone, escuchamos? Porque esa es la cuestión y la consecuencia de nuestra fe. Porque no nos vale decir ni escribir, tal y como yo hago, que creemos si luego no, al menos nos esforzamos, en hacer esa Palabra vida en mi vida.
Y oír supone acercarnos a la Palabra, porque no se escucha lo que no se tiene cerca. Y eso nos compromete a reflexionarla, porque escuchar no es simplemente estar en silencio, sino el esfuerzo de entenderla, o pedir luz para eso, y también el esfuerzo de rumiarla y reflexionarla. Y también compartirla con todos los demás, porqué en ese compartir está la riqueza y toda la Luz que el Señor, en medio de todos, nos alumbra y nos ilumina.
De ahí la necesidad de esforzarnos en nuestros propios comentarios y compartir. O simplemente orar y pedir luz, porque quizás tu luz puede alumbrar el camino a otro.
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