(Jn 15,1-8) |
Sabemos que el sarmiento da fruto en cuanto esté unido a la vid. Si deja de estarlo, se secará y no dará fruto. De igual forma, nosotros tendremos que estar unidos al Señor para dar frutos. Y estar unidos al Señor es dejarnos intimar por el Señor e injertarnos en Él. Tenemos que tener claro que sin el Señor nada somos ni nada podemos hacer.
Ese es el secreto, permanecer en el Señor. Sin embargo, también es lo difícil y la lucha de cada día. La pregunta es: ¿Cómo lograrlo y cómo hacerlo? ¿Qué hacer para permanecer en el Señor? Permanecer en alguien significa no perderlo de vista y estar unido a él, y eso consiste en tenerlo presente en cada instante de nuestra vida. Permanecer en el Señor significará estar unido a Él a través de los Sacramentos. De manera especial en la Eucaristía y la Penitencia, y con la oración, tanto personal como comunitaria.
Permanecer en el Señor significa perseverar en la unidad con los hermanos en la fe y, apoyados en el Espíritu Santo, participar en las tareas tanto apostólicas como asistenciales en la medida de nuestras posibilidades. Permanecer en el Señor significa escuchar su Palabra para tratar de vivirla y llevarla a la vida de cada día. Permanecer en el Señor significa que esa unidad con Él dé frutos, que por su Gracia, serán para su Gloria.
Permanecer en el Señor es tomar conciencia que sin Él no podremos hacer nada, y que necesitamos la constante oración para que, llenos de su Gracia, podamos crecer en el amor y la caridad. Y eso sólo se logra estando ahí, presente y en su presencia. Pidiéndoselo, pues nos lo ha dicho Él: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
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