Lc 2,16-21 |
Posiblemente pensemos que los pastores fueron corriendo a Belén porque fueron avisados por los ángeles. Y, tal como le habían dicho, encontraron a María, José y el Niño. Entonces, contaron lo que le habían anunciado los ángeles de Jesús y todos se admiraban de lo que decían. María conservaba todas esas cosas meditándolas en su corazón.
¿Y nosotros? ¿Qué nos ocurre a nosotros? También a nosotros se nos ha anunciado la Palabra y la venida del Mesías, pero no hemos salido corriendo a buscar y encontrarnos con ese Niño que nos han anunciado. Y menos le hemos anunciado a los demás. Igual nos justificamos aduciendo que no hemos sido avisados, o que no sabemos dónde está Jesús, pero, ¿no está Jesús en la Palabra? ¿No vino la Palabra y habitó entre nosotros? ¿Y no se nos revela cada día en las Sagradas Escrituras? ¿Pensamos que los pastores tuvieron más razones para creer?
Posiblemente, nuestro problema sea otro. Un problema de soberbia, de auto suficiencia, de orgullo y de egoísmo. Quizás nuestro problema sea más consecuencia de nuestras debilidades y naturaleza humana herida por el pecado que no dejamos curar en la Misericordia del Señor. Posiblemente, ese será nuestro problema y no otro.
Aquellos pastores creyeron en lo que los ángeles les comunicaron y se pusieron manos a la obra. ¿Qué hacemos nosotros? ¿Creemos? ¿Buscamos al Señor? ¿Y le anunciamos? Esa será nuestra reflexión, meditar sobre nuestra actitud de búsqueda y del encuentro de cada día con el Señor. Entonces es cuando buscamos la verdadera felicidad y podemos decir:
¡FELIZ AÑO NUEVO!
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