Jn 1,19-28 |
Tras esta respuesta, los fariseos, que eran los que le habían preguntado le dijeron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». A lo que Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia».
Y termina el Evangelio diciendo: Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando. Para dejar claro, con señales y testigos, que esto no era algo anecdotario, sino que concretamente ocurrió y estaba localizado en el río Jordán, donde bautizaba Juan. y en tiempo de Herodes Antipas.
Juan da testimonio de Jesús y es la antesala de su salida a la vida pública. Juan sabe donde empieza y termina su misión y, en el momento oportuno, se abaja y desaparece. Él anuncia a quien ha de venir a bautizar con el Espíritu Santo y fuego. Ese testimonio de Juan debe, al menos a nosotros, servirnos también para saber quienes somos y cual es nuestra misión.
Saber que no somos dignos de desatarle la correa de su sandalia, tal y como lo decía Juan, y que somos sus siervos humildes que, postrados ante Él, queremos hacer su Voluntad. Porque, de Él recibimos todo lo que somos y la felicidad a la que aspiramos. Confiemos en el Señor y descubramos nuestra pequeñez y nuestra pobreza. En Él encontramos todo lo que buscamos y Él sólo nos basta.
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