Mc 4,21-25 |
Primero hay que acogerla, entrañarla hasta el corazón, para, luego, darle alumbramiento. No se podrá llevar a la luz nada que antes no se haya hecho vida dentro de uno mismo. Porque, la palabra saldrá de lo que realmente se haya engendrado en el corazón. Por eso, nada hay oculto que no se lleve a la luz y la verdad, que es precisamente la Luz verdadera contenida en Jesús ha venido a este mundo a alumbrar al mundo.
Sería estúpido ocultar la luz, porque se es luz para alumbrar, no para dar confusión y oscuridad. Pero, todavía es más de poco sentido común, por no decir otra cosa, buscar luz donde hay oscuridad. Y es que quien único puede alumbrar este mundo es aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida. Todo eso explica por qué está el mundo así: guerras, luchas, injusticias, dictaduras, enfrentamientos por poder, ambiciones y muertes.
Cuando se da la espalda a la Luz verdadera se vive en la oscuridad. Cuando no escuchamos la Palabra de Dios, que es la Verdad, nos encontramos con las tinieblas y perdemos el rumbo y el sentido de nuestra vida. Sólo en el Señor, Luz de este mundo, podemos encontrar la verdadera orientación y la felicidad que tanto buscamos. Por eso, es muy importante escuchar, pero escuchar a quien verdaderamente es el Camino, la Verdad y la Vida.
Y, ¿dónde escuchamos? Pues, siguiendo el Evangelio de cada día, reflexionándolo, acogiéndolo y entrañándolo dentro de nuestro corazón, porque ese es el único camino para dar frutos. Eso frutos que el Señor ha sembrado en nuestro corazón. Porque, esa es la manera de abonar nuestra tierra y removerla suavizándola para que pueda acoger las raíces de la Palabra, hundirlas en su corazón y dar buenos frutos.
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