Juan 15, 1-8 |
Seguir a Jesús es permanecer en Él. Y permanecer en Él, es estar a su lado siempre. No un rato o unos momentos concretos y especiales, sino "Siempre". Porque, permaneciendo siempre en Él es la única forma de poder dar frutos, buenos frutos. Porque, no se trata de dar simplemente frutos, sino buenos y santos frutos. Y eso solo se puede conseguir permaneciendo en el Señor. ´
Él es la verdadera Vid, y su Padre es el Labrador. Solo con ellos podemos dar esos buenos frutos a los que hemos aludido y que se espera de cada uno de nosotros. Así nos lo dice el Señor: Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.
Nuestro camino y dirección ha quedado clara y concreta. Sin permanecer en Jesús, no solo nos será difícil, sino imposible dar frutos. Por lo tanto, la única solución es permanecer en el Señor, y eso nos descubre la necesidad de la oración, la necesidad de la Eucaristía, todo lo frecuente que podamos, y la necesidad de la reconciliación que, nuestras debilidades y pecados, nos demandan para estar unidos a nuestro Padre Dios.
Pero, también, la necesidad de ir junto a otros, en comunidad, compartiendo nuestra fe y fortaleciéndola, porque, al compartirla y escucharla, nuestra fe se fortalece. Y es cuando la siembra de nuestro corazón, abriéndose a la escucha de la Palabra, vislumbra sus propios frutos al darse, al ofrecerse, al despojarse y al ofrecerse generosamente y gratuitamente al servicio para el bien de los demás.
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