La causa de nuestro pasotismo, muchas veces, está en que no valoramos lo que hacemos. Entendemos que dar frutos es hacer obras y conseguir solucionar muchos problemas. Luego, ¿qué ocurre? Ocurre que cuando los problemas son insalvables o no podemos encontrarles solución, no desanimamos y arriamos nuestra voluntad. Entendemos que nuestros frutos han sido estériles y nos apartamos de mantener y perseverar en la actitud de esforzarnos por dar buenos frutos.
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Mt 13,18-23 |
La cuestión es entender que el fruto que Jesús nos pide es el de aceptar su Palabra, escucharla y tratar de que, filtrada y purificada en nuestro corazones, vaya transformando nuestra vida conforme a vivirla según esa Palabra, sembrada y cultivada en nuestros corazones, nos mueve. Y no preocuparnos tanto de los frutos o resultados, sino de que nuestros actos tengan buena intención en ser vividos según Dios manda. Los frutos irán dando resultados cuando van acompañados de la acción del Espíritu Santo.
Porque, el verdadero fruto eres tú. Tu vida y tu actitud de ser fiel a la Palabra de Dios, y de actuar en consecuencia con ella. Eso significa que tratarás de ser sincero, defender la verdad y actuar en verdad. Ser justo de la misma forma que quieres que sean justo contigo. Preocuparte por ser solidario; por compartir; por buscar el bien, sobre todo a los más pobres y necesitados...etc. Y actuar lo más parecido a como actuó Jesús cuando, encarnado en Naturaleza humana, pasó por este mundo.
Esos son los frutos que se nos piden y cada cual con sus posibilidades y talentos recibidos. Y esa debe ser nuestra respuesta que, para muchos, será diferente o especial según lo que Dios disponga. Y de esos hay muchos ejemplos. Tratemos pues de escuchar la Palabra de Dios de cada día y esforzarnos en seguir cultivando esa siembra que, sembrada, valga la redundancia, en nuestros corazones la llevemos a la actuación de cada día en nuestra vida.
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