Mt 18,1-5.10.12-14 |
En muchos momentos, Jesús nos invita a ser humildes, a agacharnos ante la apetencia soberbia de nuestras propias ambiciones y pasiones. No podemos seguir a Jesús si no nos vaciamos de nosotros mismos y nos despojamos de todo aquello proyectos e ideas que postergan a Jesús dejándolo en un segundo plano. Para seguir a Jesús hay que despojarse de todo aquello que huele a suficiencia, a poder, a riqueza y a creerte mejor que el otro.
En una palabra, seguir a Jesús te exige ser como niño. Es decir, empequeñecerte, abajarte, humillarte y tener un corazón limpio, inocente, confiado y apoyado en nuestro Señor. Ser como niño implica y significa eso, tener un corazón ingenuo y bien intencionado. Ser importante para Jesús no significa tener éxito y poder en este mundo, sino aquel que se abaja, que se hace pequeño entre los pequeños y, sobre todo, humilde. Es estar en la disponibilidad de servir y de ser el último.
Ser importante es ceñirte a la cintura y agacharte a lavar los pies a los demás. Y eso no son palabras, sino el testimonio que nos dejó Jesús en su vida terrenal y, concretamente, ene el signo del lavatorio de los pies a sus apóstoles en la última cena. No sólo nos dejó su Palabra, sino que también la alumbró con su Vida, entregándola hasta la muerte en la Cruz. El fue Camino, Verdad y Vida.
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