Lc 9,43b-45 |
En el horizonte se divisa la Cruz, y eso, Jesús lo sabe muy bien. Nosotros ya lo adivinamos porque conocemos es hora donde Jesús le pidió al Padre que apartara este cáliz de Él - Lc 22, 39-46 -, pero, inmediatamente asumió la Voluntad del Padre. Es obvio que no hay otra alternativa que la de sufrir la Pasión y muerte en la Cruz.
Y es eso lo que trata, Jesús, de decirles a los apóstoles tras la euforia que ve en ellos al contemplar sus obras y milagros. Pero, se da cuenta que no le entienden ni quieres entenderle. No comprenden cómo puede sucederle algo malo a Jesús y sienten miedo de preguntarles porque temen decepcionarse. Esa actitud se asemeja mucho a la nuestra, al menos así la veo yo. Tampoco nosotros queremos oír hablar de cruz, pasión y menos de sufrimiento y condenación. Nos cuesta mucho descubrir que seguir a Jesús nos compromete a eso, a terminar compartiendo una vida de cruz.
Sin embargo, nunca debemos olvidar que tras la cruz - espacio de nuestra vida - viene el gozo y la dicha de la Resurrección. Entendemos que sin Cruz no hay Resurrección, porque, evidentemente, no habría muerte. La Resurrección, por tanto, es la clave de nuestra dicha y esperanza.
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