No sé cómo me quedaría yo si recibiese una noticia extraordinaria que fuese capaz de cambiar mi vida. No sé cómo reaccionaría a tal acontecimiento. Sin embargo, si sé como actuó María al recibir el Anuncio del Ángel Gabriel anunciándole - valga la redundancia - que iba a ser la Madre del Hijo de Dios. Y su reacción, llena de humildad, de entrega y servicio la dispuso en el camino hacia la casa de su prima Isabel.
María, que había sido avisada por el Ángel Gabriel, que su prima Isabel, a pesar de su vejez, había concebido un hijo, y ya está de seis meses, no se queda encerrada en su propia vanidad o vanagloria al ser elegida la Madre del Señor, sino que se apresura a servir a su prima Isabel.
Este relato del Evangelio de Lucas me ha llamado la atención últimamente al ver como Isabel, que no podía saber nada del anuncio del Ángel Gabriel a María, al oír su saludo irrumpe, llena de Espíritu Santo, a vos en grito: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!». Y yo me quedo asombrado, ¿cómo podía Isabel saber lo que le había dicho el Ángel Gabriel a María?
Indudablemente, está claro, Isabel fue iluminada por el Espíritu Santo, como también queda dicho en el relato evangélico. ¿No es esto un extraordinario milagro? Y José, tampoco sabía nada, ¿cómo pudo después saber que esto era el Plan de Dios? Y ahora, nos toca a nosotros discernir y responder al Anuncio del Señor que nos hace la Santa Madre Iglesia. Celebramos en unos días el nacimiento del Niño Dios. ¿Estamos abiertos y dispuestos a acogerlo y a hacer la Voluntad del Padre como Él nos propone cada día?
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