A todo lo pequeño – por lo general - se le da poco valor o importancia. Quedan en un segundo o tercer plano. En este mundo lo importante es lo que tiene mucha demanda y se le estima en gran manera por todos. Influye en sus vidas y les da gran importancia.
Sin embargo, Jesús, el Señor, piensa de otra manera. Para Él, todo tiene importancia, pero, si hay algo que tiene un lugar preferente en su Corazón son los pequeños, los débiles e insignificantes. El hombre, su criatura preferida, creada a su imagen y semejanza no para morir, sino para vivir eternamente a su lado es su mayor preocupación. Sobre todo, los pequeños e indefensos.
El Evangelio de hoy nos habla de eso al referirse a la parábola de la oveja perdida. Nos manifiesta cuán grande es el Amor del Padre con respecto a sus hijos cuando no quiere que ninguno se pierda, sobre todo los más débiles y pequeños. Ira, sin dudarlo, a su rescate hasta el extremo de dar su Vida.
Sin embargo, se nos ha dado el don de la libertad y dependerá de nosotros perdernos o no. Esa decisión nos corresponderá a cada uno de nosotros. Pero, estemos seguros que Jesús siempre, sea cual sea nuestra respuesta, saldrá a nuestro rescate.
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