Mt 25, 1-13 |
Sería
muy bueno y vital para un creyente pedirle al Señor la Gracia de conocer el
día, la hora y el instante de nuestra muerte. De una cosa estamos seguro, ese
día, esa hora y ese instante llegará. Por tanto, conocerlo nos será de gran
provecho y utilidad pues, incidirá de manera importante e intensa en nuestra
manera de vivir y comportarnos. ¿Quién sabiendo su día, hora e instante de
muerte no se prepara para ello? ¿Quién, sabiendo el día, la hora y el instante
de su partida de este mundo y encuentro con el Señor, no lleva su alcuza y
lampara preparada para presentarse ante su Señor?
Todo
sería muy diferente. Supongo que desde la fe viviríamos pendientes de ese día y
cuidándonos de tener suficiente aceite en nuestras alcuzas para no perdérnoslo
por no tener nuestras lámparas encendidas y encontrarnos la puerta cerrada. Sin
embargo, pienso que si nuestro Padre Dios así lo ha previsto es porque nos
conviene y es la mejor manera para nosotros. Quizás de la otra forma nuestra
vida se nos haría imposible y viviríamos encorsetados y temerosos de la llegada
de ese día.
Será
más sorprendente y gozoso ser llamados de forma inesperada y sorprendidos con
nuestras alcuzas llenas de aceite y nuestras lámparas encendidas. Sería muy
gozoso ser llamados y encontrados con nuestras manos plenas de amor y de buenas
intenciones a pesar de nuestros fallos, debilidades y pecados. Porque, la
Misericordia de nuestro Padre Dios es Infinita y sabe lo que realmente se
esconde en lo más profundo de nuestros corazones. Sería hermoso ser descubierta
nuestra fe libremente y de manera sorpresiva para que no haya duda de nuestro
amor y nuestra verdadera intención.
—Y
es así como lo ha previsto y querido el Señor —afirmó Manuel.
—Sin
lugar a duda —respondió Pedro.
—Sería
poco meritorio por nuestra parte ser avisados. ¿Dónde estaría nuestro mérito,
si así se puede decir? Ser libre exige determinación, discernimiento y
elección.
—Y premio —agregó Pedro. Pues, la recompensa de la fe, perseverancia y fidelidad trae y deriva en el gozo y felicidad eterna.
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