El
amor quema, y quema porque amar exige en muchos momentos renuncias,
sacrificios, ver tus propias ideas desde otro prisma diferente, hacerte
pequeño, humilde, servicial y perdonar, incluso al enemigo. Amar, por tanto,
supone prenderle fuego a tu vida y quemarte en muchos momentos que te exigen
morir a ti mismo. Las palabras de Jesús son realmente verdad y claras: «He venido a encender fuego en el mundo, ¡y cómo querría que
ya estuviera ardiendo!
Experimentas que tu vida se complica cuando
decides amar. Porque, amar no es mirar para ti, sino mirar para el otro;
porque, amar no es un sentimiento, sino un compromiso; porque, amar no es
alcanzar el éxito y la fama, sino darte hasta el punto de quedarte en el último
lugar. Es lógico que tu vida se complique y, sobre todo, tus más próximos: ¿Creéis
que he venido a traer paz a la tierra? Pues os digo que no, sino división.
Porque, de ahora en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres
contra dos y dos contra tres. El padre estará contra su hijo y el hijo contra
su padre; la madre contra su hija y la hija contra su madre; la suegra contra
su nuera y la nuera contra su suegra».
De modo que, si decides amar puedes imaginar
que te espera. Porque, el mundo no ama, se ama. Y cuando el resultado del amor
es amarse a sí mismo, nace la confrontación, las diferencias extremas y
violentas y, por supuestos, las guerras. Precisamente, es lo que vivimos cada
día.
—Cuando se vive —dijo Manuel— de espaldas al
amor, todo se complica y reina el mal, la mentira y la injusticia. Porque, amar
contiene todo lo contrario: verdad, justicia y fraternidad.
—Esa es la realidad —respondió Pedro. Lo vemos
todos los días. La disputa es carencia de amor. Cuando falta el amor aparece el
enfrentamiento.
—Amar —dijo Manuel— prende el corazón, tal y
como dice el Evangelio de hoy, y nos predispone misericordiosamente a luchar
contra el desamor. Por tanto, necesitamos una fortaleza que solo la encontramos
en adherirnos al Espíritu Santo.
—Precisamente —añadió Pedro. Para eso ha venido
en la hora de nuestro bautismo.
Está claro, seguir a Jesús, que ha venido a amar, no es nada fácil. Exige dar una tuerca total a nuestra manera de pensar y de ver el mundo. Exige ponernos, como dice el Evangelio en conflicto con este mundo hasta arder plenamente de ese amor misericordioso como Jesús nos muestra. Ahora, seremos nosotros los que decidamos dejarnos quemar plenamente por ese Amor que Jesús nos trae y nos regala.
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