Cuando actúas y te mueves, ¿a qué se debe? Responderás que alguien te ha movido a buscar y a ponerte en camino de conseguir eso que has sentido o has descubierto. Es la fe la que te pone en movimiento y en acción. La fe en aquello que descubres y que piensas que necesitas y te va a salvar.
Supongo que eso fue lo que sintió aquel centurión, cuya respuesta a la decisión de Jesús de visitarle y sanar a su siervo, se repite a lo largo de los siglos en la celebración Eucarística. Apreciaba a su siervo y se preocupó por su salud. Ese aprecio – amor – se notó en su preocupación e interés en ayudarle. Y no se quedó tranquilo hasta agotar todas sus posibilidades. Enterado de la cercanía de Jesús, mandó a pedir su intervención. Creyó que Jesús podía sanar a su siervo y, tanto fue así que considerándose indigno le pidió que desde su lugar, solo con unas palabras, podía sanarlo.
Esta
es la historia que hoy nos narra el Evangelio. Un día más de los que vivió
Jesús en su Vida, y un día más donde manifestó su amor misericordioso a los
hombres de toda condición. Un día más donde nos mostró el Camino, la Verdad y
la Vida, y nos enseñó que amar es lo verdaderamente importante.
—Es
evidente —dijo Manuel— que la fe se demuestra actuando. Porque, de nada vale
decir que creo, pero no me muevo de mi situación y estado propio. Creer invita
a andar, a moverse y a actuar. Actuar, según la Palabra y Voluntad de nuestro
Padre Dios, por amor.
—Estoy de acuerdo —respondió Pedro. De nada vale decir una cosa y, luego, hacer otra. Digo creo, pero hago lo que creo.
—La fe exige obediencia, porque, obedecer, supone creer en aquel que te manda a actuar de una manera concreta.
—Y porque experimentas que eso que te manda es lo bueno, lo que construye y vale para hacer el bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.