Todo empieza por el
interés que tengas de conocer a Jesús. Porque, solo conociéndole entenderás cual
es tu camino y a lo que estás llamados. Es el caos de Zaqueo, tenía curiosidad por
conocer a Jesús. Pero, quizás convenga primero preguntarnos: ¿Por qué Zaqueo
tenía curiosidad por conocer a Jesús? ¿De dónde le venía ese interés?
Ese es el primer
paso, despertar el interés. Un interés que duerme dentro de nosotros. Quizás,
en unos esté más despierto que en otros, pero está en todos. Preguntas como ¿de
dónde vengo?; ¿qué hay detrás de la muerte?; ¿por qué siento un gozo interior y
siento felicidad cuando hago una buena obra?; ¿por qué deseo vivir eternamente?
Y muchas más, nos mueven a actuar y a buscar la verdad, la justicia y el bien.
Zaqueo buscaba ser
feliz y la eternidad. Ese impulso está dentro del corazón de todo hombre. Y le
interesó la Palabra y las obras de Jesús. Hablaba muy bien; hacia curaciones y
milagros; se preguntaba ¿quién era ese Jesús? Y no se quedó en su interés y
curiosidad sino que llegó al extremo de hacer el ridículo – subiéndose a un sicomoro
– para poder ver a Jesús.
Ahora, Zaqueo
puedo ser yo. Es mi tiempo y mi hora. ¿Soy capaz de subirme al sicomoro de mi tiempo
para ver y conocer a Jesús? Posiblemente sea esa la pregunta que tendré que hacerme.
Y, confieso, que me la hago, pero no soy capaz de darle una respuesta. O,
quizás, no sé como darla. O, igual la estoy dando y no llego a descubrirla. De
cualquier forma, la confianza en que Dios me escucha sabe de mis esfuerzos y preocupaciones,
me tranquiliza. Pero, sobre todo, me da confianza su Infinita Misericordia.
Desde esa perspectiva, cada día es un nuevo día, una nueva oportunidad para, como Zaqueo, subirme al sicomoro y contemplar a Jesús, escucharle y aceptar su invitación de abrirle la puerta de mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.