Es la esencia de
Jesús, su Amor Infinito al alcance de todos. No se esconde ni se parapeta para
no ser tocado. Su Amor Misericordioso se pone al alcance de todos y se deja
tocar y hasta estrujar arriesgándose incluso a ser atropellado. El gentío le
busca y le persigue con la intención y esperanza de ser curados. Jesús se deja
ver y se pone visible. Ha venido para eso, para curar y sanar a todo el que
busca ser sanado y liberado del pecado. Porque, esa es nuestra esclavitud, el
pecado, y nuestra perdición y condena.
Estar con Jesús
supone eso, estar disponible, no esconderse y dejarse ver para poder anunciar
la Buena Noticia. Seguir a Jesús incomoda y complica la vida, porque exige un
salir de uno mismo, un darse a los demás y un estar abierto a el anuncio y
proclamación del Evangelio. Y eso supone riesgo, camino, visibilidad, estar en
y con los demás. Y es evidente que los que se acercan son los necesitados, los
pobres y los que nada tienen que dar. Al contrario, esperan encontrar y
recibir.
Es evidente que son los pobres los que buscan y se dejan evangelizar. Por eso son los preferidos, porque son ellos los que se abren a la Buena Noticia. Jesús viene para todos, pobres y ricos, pero son los pobres los que se dejan encontrar y se abren a su mensaje de salvación. Tratemos, pues, de ser pobres. Pobres en ese sentido de buscar al Señor y dejarnos evangelizar por su Palabra y su Amor Misericordioso. Amén.
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