Hoy sigue sucediendo
lo mismo. Ante la realidad de la vida se distorsionan los hechos, nos auto
engañamos y cerramos nuestros corazones a la verdad. Es lo que siempre ha ocurrido:
El egoísmo y la soberbia del hombre han podido con muchos hasta el punto de
endurecerles sus corazones, confundirles sus pensamientos y resistirse a
reconocer al Hijo de Dios enviado por el Padre para anunciarles su Amor
Misericordioso.
Un sepulcro vacío;
unas mujeres que lo descubren y temerosas, pero alegres y esperanzadas, corren a
anunciarlo a los apóstoles. ¿Dónde está Jesús? No hay rastro de Él. En el
correr presuroso de las mujeres a comunicárselo a los apóstoles, Jesús se les manifiesta
y se da a conocer, ¡esta Vivo y, evidentemente ha Resucitado! Dice a las
mujeres que comuniquen a sus hermanos que vayan a Galilea.
Sin embargo, para
otros, sin ninguna explicación y sin entender cómo ha sucedido eso, niegan los
hechos. No pueden perder sus privilegios ni sus poderes. Se sienten bien así y
se resisten a todo cambio que les supongo riesgos, incertidumbre, sacrificio, pérdida
de poder y despojo de todo bien y riqueza. Ante todas esas tentaciones se
inventan la mentira, la falsedad y la compran con dinero.
¿No está ocurriendo lo mismo hoy? Prevalece la mentira comprada con dinero para ocultar la verdad. Después de XXI siglo todo sigue igual. Muchos hombres se resisten a la Verdad, la niegan y se entregan a sus pasiones y ambiciones. Venden su alma por un potaje de lentejas. Llamados al gozo y plenitud de la Vida Eterna, cierran sus ojos y oídos y permanecen en la muerte. Una muerte eterna que les llenará de angustias y sufrimientos eternos. Y todo por no reconocerse hijos de un Dios Amor Misericordioso que nos promete la salvación eterna y nos llama a que creamos en su Palabra y sigamos su estilo de Vida. ¡Verdaderamente, Jesús, el Hijo de Dios, ha Resucitado!
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