El dolor es inevitable. ¿Hay alguien que no ha sufrido en algún momento de su vida? Todos, en más o menos medida, hemos sufrido en nuestra propia carne, o sentido ausencias tan deseadas que nos han desgarrado el corazón., Posiblemente unos más que otros. Es de sentido común qué quienes más sufren tengan luego sus compensaciones. Así sucedió con Lázaro, el pobre de la parábola del rico epulón.
Pero es evidente que tras ese dolor y sufrimiento se esconde ese deseo inevitable de búsqueda de renacer de nuevo, quedar nuevo y resurgir a una vida nueva y feliz. Es la esperanza de la Resurrección que se descubre tras la experiencia del dolor y sufrimiento. Por eso tiene sentido la cruz que cargamos en nuestra vida, la cruz del dolor, del trabajo y de los avatares dolorosos que el camino de nuestra vida nos impone. Tras de ella buscamos la Resurrección.
Y hoy descubrimos
tras nuestro desesperado llanto y desesperación, valga la redundancia, la
esperanza de que Jesús, a quien buscamos como razón y fin de nuestra vida, ha
Resucitado.¡ Ha vencido a la muerte! ¡Ya no hay tristeza a pesar del dolor, la
muerte ha sido vencida y la Resurrección nos llena de gozo y felicidad! Cristo,
el Señor, ha Resucitado y en y con Él también resucitaremos nosotros.
Ahora la vida cambia de rumbo completamente y su mirada se eleva hacia arriba. Las cosas de abajo no tienen valor de eternidad, solo son camino para alcanzarla en la medida que las compartas y las dé en servicio por amor a los más pobres y necesitados. El mundo se hace camino para, por medio de él, llegar al encuentro con ese Xto. Resucitado. Escuchemos a las mujeres que descubrieron la tumba vacía y se encontraron con Jesús Resucitado.
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