¿Y qué hacemos? Nos cerramos los ojos y vivimos según nuestros criterios e intereses. Ni siquiera tenemos presente el momento de nuestra hora final, que sabemos que llegará. Pararnos y pensar un poco y nos damos cuenta de lo disparatado de nuestra vida. ¿A dónde vamos? ¿Qué pretendemos? ¿Quiénes se perjudican? ¿No somos nosotros los más interesados en el asunto y los más perjudicados si no la conseguimos?
Es evidente que
pensamos muy poco en lo que realmente es más interesante. Quizás nos devanamos
los sexos pensando en cómo conseguir más dinero, más poder, más placer…etc. Pero
¿y la Vida con mayúscula, la que empezará después de la muerte?
¿Qué no creemos en
que luego empieza una vida nueva? ¿Te has preocupado por mirarlo, investigarlo
y buscarlo? ¿Te la juegas a lo que otros te han dicho y tú has oído? Piensas
que es mejor vivir ahora bien, que no lo logras siempre, y jugarte toda una Vida
Eterna Feliz? No lo sé, pero creo que el asunto es tan importante que merece la
pena pensárselo seriamente. Tú decidirás porque nadie te va a obligar, ni
siquiera tu Padre Dios que quiere regalártela. Eres libres para decidir.
Hoy, por enésima vez, Jesús, el Hijo de Dios venido a este mundo para anunciarte ese regalo Inmenso, Infinito y que nunca mereceremos, nos lo dice de nuevo en el Evangelio del día: (Jn 3,16-21): En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Y hoy te lo está diciendo, no a Nicodemo, sino a ti.
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