Si Dios, nuestro
Padre, nos ama a pesar de nuestros desplantes y rechazos, ¿cómo no vamos
nosotros a amar también a aquellos – enemigos – que nos dan desplantes y
rechazos y hasta nos perjudican. El amor no sabe ni entiende de desplantes o
rechazos. El Amor es siempre Amor porque Dios es Amor y siempre ha existido. Su
Misericordia es inmutable y eterna.
Por tanto, para
nuestro bien, ese Misterio de Amor sin condiciones que tu Padre Dios ha dejado
a tu elección mientras dure tu vida en este mundo. Luego, una vez hayas tenido
esa inconmensurable oportunidad de decir vida o muerte libremente, tu
existencia será eterna en plenitud de gozo y felicidad o de remordimiento,
angustia e infelicidad según hayas decidido escoger.
Tu decisión pasa
por vivir amando al estilo de Jesús o al estilo del hombre. Un hombre que ama,
sometido y herido por el pecado, desde un corazón egocentrista y cerrado al
interés compensatoria; un hombre que hace diferencia entre amigos y enemigos;
un hombre que tiene un corazón amoroso y misericordioso esclavizado a
condiciones. Un hombre que ama dependiendo de condiciones y recompensas. Esa
clase de amor humano no puede entrar en el Corazón de Dios.
Dios ama a buenos y malos; a justos e injustos. Su Misericordia alcanza a todos sin condiciones y, pacientemente, espera a que el hombre se dé cuenta que solo el amor como Dios ama es el que le hace eternamente feliz.
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