Podemos
preguntarnos: ¿Sentimos nosotros curiosidad por ver y conocer a Jesús? Porque, el motivo que posibilitó el encuentro
de Zaqueo con Jesús fue precisamente la curiosidad.
Es evidente que
esa curiosidad despertada en Zaqueo tenía sus consecuencias: posiblemente lo
que había oído hablar de Jesús; sus buenas obras y milagros; lo que se decía de
Él y, evidentemente, lo que decía Jesús. Su Palabra no dejaba indiferente a
nadie que la escuchara con atención y seriedad.
No cabe duda de
que Zaqueo fue una de esas personas que quiso escuchar a Jesús. Sus motivos
tendría, y la consecuencia de esa escucha la resumió Jesús en estas palabras: «Hoy
ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham,
pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».
A veces las
limitaciones, aparentemente más simples y sencillas, nos hacen pensar. Zaqueo
un hombre poderoso en riqueza y gobierno, sin embargo, pequeño de estatura. Esa
pequeñez, si quieres física, le limita su grandeza de gobierno y de riqueza. No
puede ver a Jesús cara a cara, sin embargo su curiosidad es tan grande que no le
importa llamar la atención hasta casi rozar el ridículo, prueba evidente de su
interés por conocer a Jesús. Se da cuenta de que es pequeño. No pequeño
simplemente de estatura sino de poder, de humanidad, de verse criatura
necesitada de amor y misericordia que perdonen sus egoísmos, sus pecados.
El encuentro con Jesús le abre los ojos y le ayuda a verse tal como es: criatura pequeña, necesitada de humildad, de amor y misericordia. Y de compartir sus talentos, sus bienes, su riqueza…etc. Así termina este pasaje evangélico del encuentro de Zaqueo con Jesús: Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Ya conocemos la respuesta de Jesús. Ahora, ¿Cuál es nuestra respuesta?
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