Posiblemente no
sientas ni experimentes el gozo de dar, de ser generoso, sin embargo, porque
quieres obedecer al Señor, te desprendes de lo que te sobra, incluso de más de
lo que te sobra, y lo compartes con el necesitado. ¿No es eso amor aunque esté
escondido en el pecado de tu corazón?
La parábola de
ayer – Lc 16, 1-8 – nos lo deja claro:
poner todo tus talentos, tus cualidades, tu tiempo y astucia al servicio
de los que las necesitan son en definitiva manifestaciones de amor. No se trata
de aprovecharte, quitarle a uno para dárselo a otro. Se trata de caer en la
cuenta de que muchos no tienen y a ti te sobra o puedes compartir de lo que
tienes con el que lo necesita. Y eso, aunque te duela y cueste, es amar.
Nuestra naturaleza
está herida por el pecado. Es débil y frágil e inclinada al egoísmo y, por sí
misma, no puede librarse de esa atadura del pecado. Experimenta esa esclavitud.
Solo en el Señor y por su Amor Misericordioso puede quedar libre. Simplemente,
el hecho de querer y de dar manifiesta la voluntad del deseo de amar. Todo lo
demás respecto al sentirlo, a experimentarlo es Gracia de Dios.
A nosotros nos toca creer en el Señor y actuar por obediencia porque no llegamos a entender ese Amor Infinito y Misericordioso que Él nos da y nos propone. Creer, obedecer y obrar es la prueba. Lo demás corresponderá a la Gracia de nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.