Ocurre siempre igual,
de lo pequeño nace lo grande y universal. Jesús busca y escoge lo pequeño para
hacerlo grande, para alumbrar su Palabra y darle poder. Digamos que hace lo
imposible, es decir, un milagro. Donde no hay, pone, y de cinco panes y dos
peces da de comer a una multitud. Evidentemente, eso solo lo puede hacer Aquel
que es el Hijo de Dios.
Afortunada o
desgraciadamente, no sé que será, Jesús, el Hijo de Dios, se vale de lo pequeño,
de lo limitado y casi sin capacidad o valor humano para darle grandeza,
capacidad y valor. Siempre toma lo pequeño, lo ignorado, lo que nadie elegiría
y lo que al mundo poco importa o no le da valor. Y lo coge para demostrarnos su Poder y para llamarnos
la atención a que su Palabra es Palabra de Vida Eterna.
Y cuando actúa, lo
hace buscando siempre el bien de alguien o de muchos. En el caso que nos trae
el Evangelio de hoy domingo se trata de darle de comer a un gentío que le había
seguido y esperaban su Palabra. Se da cuenta de la situación, de la lejanía para
conseguir alimento y la necesidad de alimentarse. Y, valiéndose de cinco panes
y dos peces que tenía un muchacho, hace el milagro de la multiplicación de esos
panes y peces.
De alguna forma es el adelanto de la Eucaristía. Jesús se hace comida y alimento espiritual para darnos su Vida, su Espíritu y fortalecernos en el Camino, en la Verdad y la Vida. Más adelante nos lo dirá claramente en la última Cena, y nos lo dirá con estas palabras: Marcos 14, 12-16. 22-26 … «Tomad, este es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos …
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