martes, 30 de julio de 2024

UNA HUERTA SEMBRADA DE TRIGO, PERO TAMBIÉN DE CIZAÑA

Sí, nuestro corazón no está limpio. De eso se ha encargado el pecado original con el que todos nacemos. ¿Nuestra salvación?, ¡el Bautismo! Por él quedamos limpio de ese pecado, aunque no invulnerable. Podemos volver a caer en pecado, y hay muchas más posibilidades en la medida que crecemos y adquirimos conciencia de nosotros mismos y, en consecuencia, responsabilidades.

Es evidente que nunca nos libraremos de la tentación de pecado. Nuestra naturaleza está herida y nuestro corazón contagiado por esa cizaña del mal que, al menor descuido, siembra la tierra de nuestra huerta particular – nuestro corazón –.

Es evidente que las luces tienen motas de sombras, y no escapamos a ello. Nuestras sombras – pecados – nos impiden ver en muchos momentos la luz y, en la oscuridad, nos perdemos. Pero, eso no debe llevarnos a la desesperación ni a la impaciencia. Reconozcamos nuestra debilidad, nuestra testarudez y nuestros fracasos. Pero nunca olvidemos que Dios, nuestro Padre, nos quiere con locura misericordiosa, nos espera y limpia nuestro corazón de malas hierbas y nos abre el camino para que fortalecidos en Él demos frutos.

Recordemos en primer persona que Jesús, nuestro Señor, nos reitera con frecuencia que no ha venido a salvar a los buenos sino a los pecadores. Es evidente que los buenos ya están salvados. Necesitan de médico los enfermos. Y es ahí donde nosotros debemos situarnos, entre los enfermos, los que necesitan cuidados y medicina de redención y misericordia.

Mostrar nuestros corazones llenos de trigo y cizaña, confiados en el Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios, será el Camino, la Verdad y la Vida para que, por los méritos de nuestro Señor Jesús – Pasión, muerte y Resurrección – seamos también nosotros perdonados, limpio de toda cizaña y llevados a la Gloria Eterna.

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