Será muy difícil
servir sin humildad. El evidente que el servicio implica ser humilde, pues
quien carece de la humildad le será muy difícil agacharse, empequeñecerse y
ponerse en el último lugar. Por eso, para llegar a ahí necesitamos ser niños,
es decir, pequeños, inocentes, confiados, obedientes, sin malicia, esponja
limpia y abierta a engullir y aspirar todo lo que ve hacer a los demás. De ahí
también nuestra responsabilidad, porque lo que verá el niño hacer, será lo que
él también hará.
Ante la Palabra de
nuestro Señor Jesús, necesitamos mostrarnos y ser como niños: abiertos, sin
malicias, confiados, obedientes, necesitados, dependientes de esa Palabra que
Dios, nuestro Padre, a través de su Hijo, nuestro Señor Jesús, nos proclama,
nos da y nos enseña. Porque, ser como niños, nos hace escuchantes, obedientes,
confiados, dependientes, necesitados y hacer lo que tu padre, en este caso,
nuestro Padre Dios, nos manda, nos dice y nos enseña.
Sólo así iremos aprendiendo, construyéndonos, edificándonos y creciendo apoyado sobre Roca firme – nuestro Señor Jesús – que nos ira modelando hasta convertirnos en personas humildes capaces de darnos y servir a los demás. Sobre todo a los más necesitados. Es entonces cuando llegamos a comprender que ser primero exige ser último. Último, para servir a los demás.
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