Desde la hora de
nuestro bautismo quedamos invitados y, por supuesto, llamados a transmitir esa
Buena Noticia que nos revela el Espíritu Santo. Él es el Paráclito del que
habla Jesucristo, nuestro Señor, cuando les habla de su marcha al Padre: «Pero yo os
digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador
no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando El venga,
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; …
Es evidente que no estamos solos y
que a las dificultades, con las que nos vamos a encontrar, nos enfrentaremos
asistidos y fortalecidos en el Espíritu Santo. Y en esa confianza debemos
apoyar nuestra esperanza. Caminamos en
el Espíritu Santo desde el instante que hemos sido bautizados, y en Él
encontraremos la fortaleza para superar los obstáculos que se nos presenta.
Es evidente que si no escuchamos ni vivimos esa Palabra de Dios, nada podemos transmitir. Tengamos, pues, confianza y tratemos, abiertos e injertados en el Espíritu Santo, vivir de acuerdo con la Palabra de Dios recibida. Y al hacerlo, no tengamos duda, transmitiremos esa Buena Noticia que nos trae nuestro Señor Jesús.
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