Es importante escuchar y leer, pero, sobre todo, lo verdaderamente importante es entender lo escuchado y leído. Porque, si no se entiende, por mucho que se lea y se escuche difícilmente se puede llevar a la vida la Palabra de Jesús. Se lee, se escucha y se trabaja con la finalidad de entenderla y, entendiéndola, hacerla vida en nuestras vidas. Y pronto nos damos cuenta de nuestra pobreza y necesidad de requerir el auxilio y la asistencia del Espíritu Santo, porque, por nosotros mismos no podremos entenderla.
Ya nos lo dijo Jesús en el momento de su Ascensión al Cielo: nos enviará al Paráclito para que nos asista y nos muestre todo lo que necesitamos - Jn 16, 4-15 -. Pero, también nosotros necesitamos disponibilidad y dedicar tiempo y, sobre todo, perseverar en una actitud reflexiva, de leer y trabajar la Palabra para facilitar la comprensión y entenderla. Sin esa abertura a la acción del Espíritu Santo nada conseguiremos, pues, de no ser así los pajarillos del campo nos la robarán y quedará en nada. De no ser así no echará raíces y al menor contratiempo se vendrá abajo.
La Palabra necesitará tiempo y dedicación y mucha paciencia. Por eso, la perseverancia es fundamental que se apoye en la fe y que tenga paciencia, mucha paciencia para, postrados ante el Señor abramos nuestros corazones a la acción del Espíritu Santo y nos dejemos transformar, seguir sus impulsos y señales. Será muy necesario entender la Palabra, pero entenderla profundamente hasta el punto de poder hacerla vida en nuestras vidas.
Y bien sabemos que eso no lo lograremos nosotros solos sino injertados en la verdadera Vid, para poder recibir de ella la savia que nos alimenta y nos da la fortaleza para alcanzar la Vida Eterna. Promesa que nos ha ofrecido nuestro Señor. en Él ponemos toda nuestra confianza.
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