Mt 13,24-30 |
Vivimos en un mundo donde también crece la semilla del mal y lo hace de manera inconsciente, espontánea o instintiva porque cohabita en nuestro corazón herido y tocado por el pecado. La envidia, el odio, la venganza, el deseo por las riquezas y el poder y toda clase de egoísmos duermen dentro de nosotros y nos inclinan a satisfacer esas apetencias que nos llevan a enfrentarnos, a hacer lo que no queremos y a sembrar el mal.
El precio a nuestra libertad y capacidad de elegir nos tienta y nos prueba a cada instante de nuestras vidas. Pero, en lugar de ser ocasiones negativas podemos aceptarlas y tomarlas como oportunidades para demostrar nuestra fidelidad y correspondencia al amor de nuestro Padre Dios. Porque, Dios ha plantado en nuestros corazones buenas semillas para, en la medida que perseveremos, dar buenos frutos. Perseverar significa ir de la Mano del Señor y permanecer a su lado. Significa tenerlo muy presente en cada instante de nuestras vidas y en el centro de nuestros corazones. Significa alimentarnos, no sólo de su Palabra, sino también de su Cuerpo y Sangre, alimento espiritual indispensable. Significa confiar y creer en su Providencia presente en todo nuestro peregrinar durante nuestro camino.
Ahora, el reto es aceptar y asumir ese camino que nuestro Padre Dios nos ha puesto delante de cada uno de nosotros. Un camino por y a través de este mundo donde vive también la cizaña y las malas hierbas que, junto a nuestras buenas semillas, crecen y las ponen en peligro. Unas semillas que Dios permite y deja que crezcan a nuestro lado, pero que nos dan la oportunidad de probarnos y dar testimonios de nuestra fe y fidelidad a la Palabra del Señor.
Sí, estas ocasiones de pecado y tentaciones con las que el mundo nos tienta y trata se seducirnos podemos asumirlas con verdaderas oportunidades que nuestro Padre Dios permite para que, agarrados y confiados en Él, demos testimonio de nuestra fe y fidelidad a su Persona siguiendo y obedeciendo su Voluntad. Al final llegará el Señor y pondrá todo en su lugar cumpliendo así su Palabra de Vida Eterna.
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