Cuando alguien te es
indiferente, poco te importa. Oyes lo que de él se dice, pero, a ti no te dice
mucho o nada. Rumoreas, opinas, hablas y comentas, pero, nada te mueve a lo
verdaderamente importante, conocerle y formarte una verdadera y fundamentada
opinión de esa persona en cuestión. Y eso fue lo que sucedió con Herodes, oía
hablar de Jesús y de lo que se decía de Él. Sabía que Juan el bautista, del que
se decía que había resucitado, lo había mandado a decapitar él. Luego, se
preguntaba: ¿Quién es este del que oigo semejantes cosas?
La pregunta: ¿Nos puede
estar ocurriendo a nosotros algo parecido? Porque, quizás hablamos mucho de
Jesús, pero no damos el paso de acercarnos a Él y conocerle mejor y más profundamente.
Nos formamos una opinión por lo que oímos a otros y por lo que vemos en otros. Pero
¿le escuchamos a Él? ¿Conocemos su Vida y sus Obras? Quizás ese sería el paso
que debemos de dar, porque, el verdadero e importante es Él. Es a Él a quien
realmente debemos y tenemos que conocer y, en base a ese conocimiento, proceder
y formarnos una opinión.
No seamos unos herodianos más y, quizás por no salir de nosotros mismos, de permanecer instalados en nuestras comodidades y sostenernos en nuestra situación cómoda y confortable, no damos ese paso definitivo. Recordamos entonces lo que dijo Jesús. Verdaderamente tiene razón, cuesta mucho salir de nuestra situación de comodidad. Por eso será más difícil para un rico, un establecido y cómodo, entrar en el Reino de los Cielos. Los pobres, los que no tienen nada y a nada están apegados, lo tendrán más cerca, más asequible. Aunque, siempre, se nos exigirá el esfuerzo de desprendimiento y de morir a nuestros egoísmos y ambiciones.
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