No hay otra
alternativa, el Misterio de la encarnación de Dios se anuncia en el lugar banal
de la Galilea de los gentiles, de donde los judíos piadosos no esperan que
pueda salir nada bueno. Nazaret es el
sitio y la destinataria del anuncio una mujer joven, virgen todavía, que ignora
sin dudar y pregunta sin desconfiar. Características inconfundibles e
imprescindible de la fe que identifica al ser cristiano.
María, a pesar de
lo inesperado del anuncio y de no entender como se puede realizar, no duda de
la palabra de Dios ni tampoco de la del Ángel. Es verdad, no sabe ni entiende
como se puede realizar. Incluso no conoce varón y pregunta sin desconfiar. Sin
embargo, se fía plenamente y se ofrece como la esclava del Señor.
Desde esa actitud
de María podemos sacar muchas lecciones para la fortaleza de nuestra fe, si
realmente la tenemos. No solo para fortalecerla sino para acrecentarla, potenciarla y aumentarla. Darle
naturaleza a ese grito de: ¡Señor, auméntanos la fe!
María nos ayuda a
hacer una introspección en nuestro corazón y ver realmente hasta donde llega
nuestra fe. Mirarnos con esa mirada que nuestra Madre nos regala de confianza y
de esperanza en la Palabra de nuestro Padre Dios.
También a nosotros
nos llama y nos llega la Palabra de Dios. Posiblemente con otras misiones muy
diferentes a nuestra Madre, pero en la misma línea de salvación y de amor
misericordioso. El Señor cuenta con todos nosotros y nos pregunta si realmente queremos
estar con Él y seguirle. Nos pide, como
a su Madre, María, que creamos y nos fiemos del Él. ¿Estamos dispuestos?
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