viernes, 21 de junio de 2019

EN ESTE MUNDO TODO PERECE

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Mt 6,19-23
San Francisco de Borja, al ver, después de varios días de viaje, el féretro y contemplar el cadáver putrefacto de la emperatriz Isabel de Portugal, mujer de Carlos V, exclamó: Nunca más, nunca más servir a Señor que se me pueda morir. Con esta expresión dejó muy claro el valor de las cosas de este mundo, incluso la vida. Y es que todo lo que es perecedero pierde su valor.

Sabemos que las cosas de este mundo son necesarias, pero esa necesidad debe siempre ir por detrás de nuestro amor a Dios., quien debe ocupar el centro de nuestro corazón. Ese es el sentido y el contenido de lo que nos dice Jesús en el Evangelio de hoy. Todo lo de aquí abajo se corrompe y, de significar en algún momento de nuestra vida algo importante y de valor estimable, pasa a corromperse y quedar destruido. sin ir más lejos lo experimentamos en nuestra propia muerte. E incluso en algunas enfermedades que, podemos decir, nos dejan con vida pero prácticamente muertos.

De ser jóvenes, vigorosos y elegantes nos convertimos en viejos, débiles y deformados. Evidemente, San Francisco de Borja tiene mucha razón, sólo lo que es eterno conserva valor. Y para eso nos ha creado Dios, para vivir eternamente, condición que hemos perdido por el pecado, pero que hemos rescatado por los méritos de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, que ha entregado su vida para darnos esa oportunidad de recuperar la Gloria perdida. Esa Eternidad gozosa, en la presencia de Dios Padre, que quiere compartir con nosotros, su Gloria.

No perdamos de vista esa Eternidad a la que hemos sido llamados y para la que hemos sido creados.. Busquemos siempre, por encima de las cosas de este mundo, las cosas de arriba, las del cielo, que nos llevan a la Gloria de Dios.

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