Esa es la clave,
confiar en el Señor y, en consecuencia, desposeernos de todas nuestras
seguridades. Es evidente que, considerado desde la óptica del mundo, parece un
disparate. Hoy que todo lo aseguramos y hasta nos encerramos en casas con alarmas
de seguridad, escuchar estas palabras de Jesús nos deja fuera de lugar. Y
realmente, nos cuesta entender y seguir eso que el Señor parece exigirnos.
Sin embargo, hay
que pedir luz y abrirnos al Espíritu Santo para entender realmente el espíritu
de lo que el Señor nos dice. Porque, no es tanto el lanzarnos a la aventura y
al vacío cuanto a confiar y ponernos en manos del Señor. Es evidente que si
queremos comer hay que buscar y preparar la comida. No entendamos que con los
brazos cruzados la comida nos viene del cielo. Pero, una cosa es apoyarnos en
nosotros y contar con nuestras fuerzas, y otra cosa es poner todas nuestras
esperanzas y fuerzas en la asistencia y auxilio del Espíritu Santo.
Una cosa es
llenarnos de seguridades, poder y riquezas, y otra muy diferente poner nuestra
seguridad en el Señor y utilizar todos nuestros medios – poder y riqueza – para
provecho y servicio de los verdaderamente necesitados. Una cosa es vivir
apoyados en nuestras seguridades, y otra muy diferente saber que todo depende y
está en manos del Señor, y, precisamente en Él, poner todas nuestras esperanzas.
Una cosa es creer que soy yo quien logro hacer las cosas, y otra muy diferente es saber, confiar y creer que es desde el Señor de donde viene mi fuerza, mi resistencia, mi saber y todo mi hacer. Y, por supuesto, lo verdaderamente importante y lo que el Señor nos dice: Relativicemos nuestras planificaciones y pongamos todos nuestros proyectos, futuro y esperanzas en manos de Dios, nuestro Padre.
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