El lio está
dentro, en nuestra propia casa. Posiblemente sabrás que muchos santos donde primero
encontraron dificultades fue en su propia casa, en los suyos y más allegados,
en su propio ambiente y amigos. Suele ocurrir eso con mucha frecuencia, seguir
a Jesús trae consecuencia en tu propia familia. Y eso ocurre porque amar sin
condiciones no está bien visto en el corazón de muchos que viven a tu lado.
El encuentro con Jesús
se realiza y visibiliza en y desde la cruz. Es precisamente en tu cruz de cada
día donde te encuentras con el Señor a través de ese profeta, ese justo o ese
discípulo. Es precisamente en tu familia donde priorizas quien está primero en
tu vida y centro de tu corazón: tus padres, hermanos, suegros… En consecuencia
las dificultades emergen ya desde dentro de tu propia familia.
Jesús entregó su Vida,
y lo hizo aceptando esa injusta condena y muerte de Cruz. Y es, precisamente,
donde nos espera también a cada uno de nosotros. Esa cruz de cada día que tú y,
también yo, vivimos y sufrimos en nuestra vida. Y en la medida que la sepamos
sufrir y dar, ganaremos o perderemos nuestra vida. Ganarla es por tanto la
aspiración máxima de nuestra vida. Eso significará que estaremos eternamente al
lado del Señor en plenitud de gozo y felicidad.
Por tanto,
sabiéndonos pecadores y muy limitados, pidamos esa fe de cada día para que
fortalecidos en ella podamos dar nuestra vida, perdiéndola para el mundo y
ganándola para Dios.
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