Si observamos con
atención la vida de cada día del Señor, descubrimos un común denominador:
oración y servicio. Una oración que consiste en una atención y personalización
de contacto diario y a cada instante con su Padre. Y una atención personalizada
con todos aquellos con los que convive y se relaciona poniéndose de manera
especial a servirles según sus necesidades, tanto materiales, físicas como
espirituales.
Jesús está
liberado de toda seducción, es libre y se pone a disposición del necesitado y
de aquellos que creen en su Palabra. Ha venido para liberar a los cautivos del
pecado y a todos los que se les acercan y se abren a su conversión. Porque, lo
primero es convertirse, luego vendrá la fe en su Palabra y seguimiento.
Entra en casa de
Simón y Andrés y se fija en la suegra de Simón, la escucha, la atienda y la
sana de la fiebre que tenía. Inmediatamente, ésta le corresponde sirviéndole.
Más tarde escucha y atiende a todos aquellos que les traen sanándolos. Y
finalmente se retira para estar con su Padre en oración. Dos actitudes muy
claras que Jesús nos pone de manifiesto en su vida: oración y servicio.
Quizás tengamos que fijarnos más en eso: estar en permanente contacto con Jesús, y abiertos a la disponibilidad de quien puede necesitar nuestro servicio.
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