lunes, 11 de enero de 2016

OFERTA DE CONVERSIÓN

(Mc 1,14-20)


Puede parecer, ahora tiempo de rebajas y de cuestas, que el Evangelio aprovecha las ofertas y rebajas de la cuesta de Enero. Y nada sorprendente que las mejores rebajas de nuestra vida sea la oferta que nos hace Jesús totalmente gratis: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva».

Una oferta que no tiene tiempo de caducidad, pues se mantiene la totalidad de nuestra vida, y siempre con el mismo precio: "Totalmente gratis", y una oferta que incluye, de tomarla y aceptarla a vivir, la Vida Eterna, donde ya nos hace falta estar pendiente de más rebajas. ¿Se puede encontrar algo mejor?

La Conversión que nos propone Jesús supone un giro de trescientas sesenta grados a nuestra vida. Propone un cambio de rumbo pleno y seguirle. Él es la Brújula que nos orienta y que nos indica el rumbo a seguir. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.

Convertirse es preparar nuestra vida hasta el punto de respirar con y al ritmo de Cristo; convertirse es poner mis pensamientos en la misma corriente que los de Cristo; convertirse es olvidar mi vida, para entregarla como la entregó Cristo; convertirse es parar mi corazón, para iniciarlo en la misma diástoles y sístoles que el movimiento del Corazón de Cristo. Convertirse es perdonar lo imperdonable, pero, sobre todo, al enemigo. Convertirse es vivir en, con y por Cristo, pasando todo lo demás a un plano secundario y de simple añadidura.

Convertirse es vivir en la esperanza de la Misericordia del Padre Dios, que en su Hijo Jesús nos perdona y nos rescata para el gozo de la Vida Eterna en su plenitud y en su presencia. Convertirse es dejarse llevar por la acción del Espíritu Santo y sabernos pobres, débiles, limitados y pecadores indigno de merecer todo ese amor inconmensurable que el Señor Jesús  nos entrega ofreciendo su propia Vida por cada uno de nosotros.

Convertirse es comprender y aceptar la pequeñez de nuestra vida y la incapacidad de poder entender todo ese gran misterio de amor que nuestro Padre Dios nos regala. En tus Manos, Señor, pongo todo lo que soy y todo lo que Tú me has regalado.

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