Ahora, Señor, que
sabemos de tu nacimiento – tu venida a este mundo a salvarnos – no es tiempo de
congoja, ni de tristeza, menos de ayuno. Es tiempo de celebrarlo, de alegría
festiva y de sabernos salvados por un Dios Infinitamente Misericordioso que se
hace presente en nosotros y nos acompaña en el camino por este mundo.
Vendrán otros
tiempos, donde será perseguido hasta el extremo de condenarte a una muerte de
cruz. Y entonces nos llegará la hora de ayunar. Es precisamente lo que hacemos
en Cuaresma, celebrar con oración, ayuno y limosna, tu persecución y muerte en
la cruz. Pero, sabemos que Tú vencerás, y, unos días más tarde, celebraremos tu
Resurrección, y volverá la alegría y la fiesta a nuestros corazones.
De momento a poco
de mes y medio de la Cuaresma, celebremos el nacimiento del Señor – celebrado hace
unos pocos días, con gozo y alegría hasta que llegue el tiempo de que sea
necesario y conveniente hacer oración, ayuno y limosna. Amén.
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