No se puede
entender de otra forma. Aquellos hermanos, Simón y Andrés, Santiago y Juan,
dejaron todo y le siguieron. Quizás no fue de forma inmediata, pero eso no
importa ni interesa, lo verdaderamente importante es que le siguieron y,
gracias a ellos y otros, hoy nosotros conocemos a Jesús. Y salta la pregunta:
¿También nos entusiasma como a aquellos hermanos, hasta el punto de seguirle?
Evidentemente, la
atracción de Jesús tendría que ser inexplicable, no la entenderíamos sino hasta
experimentarla. Y eso debe preocuparnos y animarnos a acercarnos a Él, a
escucharle atentamente y a descubrir que tiene Jesús que nos llena de
esperanza, de gozo, de alegría y felicidad.
Me pregunto, ¿por
qué a Simón, Andrés, Santiago y Juan de entre otros muchos pescadores que se
encontraban en esos momentos en el mar de Galilea? ¿Porqué a unos tres
talentos, a otros dos y a otros uno? El Señor sabrá porque lo hace así. A ti y
a mí, al menos eso pienso yo, no nos corresponde preguntárnoslo. Tampoco lo
entenderíamos. Cada cual tendrá su papel y su cruz según la Voluntad del Señor.
Él es nuestro Creador.
De Él partimos y a Él regresamos, y en Él seremos eternamente felices como todo
padre quiere respecto a sus hijos. Y esa apreciación tan simple me llena de
esperanza y de gozo: Si mis padres de aquí abajo se han preocupado por mí y mis
hermanos, y nos han dado todo, incluso perdonados nuestros pecados, ¿cuánto más
no nos dará nuestro Padre del Cielo?
Y esa es la Buena Noticia: Se ha cumplido también para nosotros el plazo, está cerca el Reino de Dios, para convertirnos y creer en la Palabra de Jesús – el Evangelio – e impregnarnos de su Amor y Misericordia.
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