Asombra ese perdón
de sanación, que no se ve, de nuestros pecados. Y asombra porque, además de que
no se ve, quizás no se nota si tu conciencia no es consciente, valga la redundancia,
de sus pecados. Luego, permaneces igual al no experimentar esa paz y gozo de sentirte
limpio y perdonado de toda culpa cometida.
Y es que lo
verdaderamente importante es el perdón de tus pecados, porque ese perdón
misericordioso – gratuito por amor – es el que te lleva a la verdadera y única
vida eterna de gozo y plenitud. La Misericordia de Dios es la que realmente nos
da la verdadera vida, tanto ahora en este mundo como en el otro, pero con la
particularidad que en el otro será eternamente.
Por tanto, no
tengamos muy encuentra nuestras parálisis de este mundo, que si bien buscamos
su sanación, sabemos que de una u otra manera volverán. Lo que verdaderamente
interesa saber y recibir es el perdón de nuestros pecados, porque ello nos dará
vida gozosa y eterna.
Jesús, hace el
milagro de sanar la parálisis de este enfermo, aparte de su compasión y por la
fe de los que allí le presentaron, para que los que dudan de su poder de
perdonar los pecados puedan, a través de su poder de sanar nuestro cuerpo, ver
su poder para perdonar nuestros pecados.
Tengamos siempre presente que el perdón de nuestros pecados, que Jesús, nuestro Señor, nos lo regala gratuitamente y siempre, nos sana plenamente, tanto físico como espiritual, porque de esa forma partimos hacia la Casa del Padre, donde el gozo y la felicidad será eterna.
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