Es evidente que
quien da recibe. Eso lo hemos comprobado en nuestra propia vida. Nuestros
padres, que han dado todo por los hijos, tienen la respuesta de sus hijos
cuando necesitan de ellos. Normalmente eso es lo natural, salvo que el pecado
se interponga y lo destruya.
Jesús, que se ha
dado enteramente y plenamente por nosotros,
nos dice que quienes se den por Él y el Evangelio, recibirán cien veces más y
vida eterna en plenitud de gozo y felicidad. Y eso, aparte de que es Palabra de
Dios, es la realidad de nuestra vida. Todos sabemos que quienes se han dado tienen
la amistad y el reconocimiento de todos. Lo descubrimos en la madre de Calcuta,
en San Pío de Pietrelcina, en nuestra Madre María, Madre de Dios y Madre
nuestra, y en muchos otros.
Y es que cuando nos ponemos en último lugar y nos damos en servicio a los demás, subimos a los primero puestos. Porque, nuestra grandeza, felicidad y plenitud consiste en darnos y amarnos como nos ama Dios nuestro Padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.