No son sólo los
bienes crematísticos los que no aprisionan, sino también los bienes espirituales
que nos han sido dado, tales como la capacidad de sabiduría, de resistencia, de
inteligencia, de fortaleza, de … etc. Todos ellos nos permitirán hacer mucho
bien si los ponemos al servicio del bien de los demás. Por el contrario, harán mucho
mal si los utilizamos para hacer mal.
Seremos libres en
la medida que hagamos el bien, porque la libertad, además de darnos la
capacidad de elegir, está siempre orientada al bien. Una persona libre busca el
bien porque en él está la felicidad. Y cuando la opción es lo contrario, es
decir, el mal, entendemos que nuestra libertad está sometida por el pecado y
por lo que es antinatural a la persona.
El hombre ha sido
creado para amar, y el amor es la búsqueda del bien del ser amado. Hacer lo
contrario, es decir perjudicarle, no es amarle. Es evidente que el amor es
inherente a la libertad, porque sin libertad no se podrá amar. Por eso,
previamente al amor se necesita despojarse de todo lo que te impide y
obstaculiza amar. Y ahí están las riquezas y toda clase bienes antes aludidos.
Aquella persona que se acercó a Jesús estaba aprisionada por todos los bienes que tenía. Posiblemente, no sólo materiales sino también espirituales, y que le impedían salir de sí mismo, liberarse y vencer sus propias limitaciones carnales y pasionales. Y, lo más importante y concluyente, sólo no podremos nunca liberarnos. Mundo, demonio y carnes podrán más que nosotros. Necesitamos la Gracia de nuestro Padre Dios y la asistencia en nuestro camino del Espíritu Santo. Sólo así podremos seguir el Camino, la Verdad y la Vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.