viernes, 2 de diciembre de 2022

UN GRITO DE ORACIÓN CONFIADA QUE EXIGE AL SEÑOR SU MISERICORDIA.

Cuando pedimos no lo hacemos convencido ni consciente de que el Señor espera nuestra petición. Ha sido Él quien nos ha invitado y enseñado a pedir. Nos ha dicho que insistamos, que llamemos y toquemos con perseverancia y constancia. Nos ha dicho que no nos cansemos de pedir. Luego, nos está diciendo que pidamos con exigencia el cumplimiento de su Palabra. Porque Él siempre la cumple.

Y aquellos dos ciegos gritaban confiados y con firmeza. Un grito que esconde esa confianza de que a quien se le grita puede darnos la vista. Porque, cuando uno está seguro, tiene confianza y fe en Aquel que le puede dar lo que le pide, sobre todo si se trata de la salud, grita con fuerza hasta el punto de parecer que lo exige.

La pregunta es: ¿No quiere el Señor que se lo pidamos así? No se trata de que nos lo merezcamos, todo nos ha sido dado gratis y porque el Señor ha querido, esa ha sido su Voluntad, un misterio que nunca entenderemos. Pero, somos sus criaturas, sus hijos por su Amor Misericordioso, y desde esa condición filial, le pedimos con fuerza e insistencia que nos abra los ojos de la fe. Que nos permita ver.

Ver el Camino; ver la Verdad; ver la Vida. En otras palabras, verle. Ver, Señor, tu Rostro y poder seguirte con firmeza y perseverancia. Seguirte poniéndote siempre en el centro de nuestro corazón y creer confiados, como niños con sus padres, que Tú, Señor, puede y quieres salvarnos.

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